Este artículo que hoy publico, ha sido un detalle que ha preparado un buen amigo, además de mi cuñado, una gran persona. Trabajador, empresario de éxito, humanista y también escritor.

Mikel Etxebarria Dobaran

La comida ha sido desde la Antigüedad un lugar de conversación/diálogo.

El Simposio (Banquete) de la obra de Platón es el punto álgido de una literatura del simposio de la Antigüedad que ha perdurado mucho tiempo. Este género literario no se hubiera podido pensar si no hubieran considerado los Clásicos la comida en común como el lugar del intercambio de ideas, como la plaza donde el escuchar y el oír se realiza de la mejor forma posible.

Kant, además del rechazo al idealismo en su “Crítica de la razón pura,” rechazó también el “solipsismus convictorii” tal como lo podemos leer en su “Antropologie in pragmatischer Hinsicht” (Königsberg, 1798), pues Kant tenía el convencimiento de que una persona no podía comer sola, ya que la comida en común, como lo formuló en un concepto paradójico, era el bien más alto moral y psíquicamente, ya que era el lugar donde el “mundus intelligibilis” se captaba sensorialmente. “Comer solo (“solipsismus convictorii”) es para un erudito insano”.

En la mesa no solo se come, es un medio de unión y de conversación donde el espíritu se distrae y se alimenta de los pensamientos e ideas de los demás comensales. Una comida de este tipo requería reglas, pero no de cómo manejar el cuchillo y tenedor, o cómo preparar un buen plato, sino cómo se ha de tratar un problema e intercambiar ideas de la mejor forma posible. Estas reglas regulan también el número de invitados (no menos de tres (las tres Gracias) y no más de nueve (las nueve Musas), el tema que se ha de tratar, etc.